lunes, 12 de marzo de 2012


Lo más maravilloso de esta técnica del injerto es ver la fuerza que tiene la vida.

Puede parecer que un árbol es un ser inanimado, de hecho usamos la palabra vegetal despectivamente para referirnos a algo inmóvil.

Pero si cortamos una púa de un árbol, de madera realmente, y la injertamos en otro, este segundo admite el cuerpo extraño y lo toma como propio.

Un milagro que ya nos gustaría a los miembros de especies animales.

En esta foto se ve como un manzano echó flor con una generosidad inmensa. No le dejamos que tuviera una manzana pues no habría aguantado el peso pero tuve que bautizarlo como "el entusiasta".

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